jueves, 21 de marzo de 2013

¿Sabéis? Odio las despedidas.

Hace ya varias semanas experimenté una. Una bastante rara, pues seguimos viéndonos todos los días. Yo lo veo, pero él no. Al menos hace como si no existiera. Nuestra despedida no fue romántica, ni bonita, ni larga, ni corta. Fue triste, porque nada que acabe con un 'adiós' puede ser bueno.
Y lo nuestro, nuestra historia, nuestros recuerdos... no acabaron ni con un beso, ni con un abrazo. Acabó con lágrimas y con un 'clic' cerrando una conversación de tuenti. Para mi nunca fue una despedida, no. Fue un 'te amaré siempre, cumpliré mi promesa' pero para él fue un 'hasta nunca'.
Y no hay mañana que no me despierte con ganas de decirle que le quiero, darle un beso y luego un largo abrazo que nunca acabe. Pero claro, eso es prácticamente imposible, pero si tengo la mínima oportunidad, lo intentaré.
Nunca consideraré aquello como una despedida, sino como un pause, un bache, un reto que debemos superar.

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